Conviértete en una zorra
Hola a todos. Me llamo Sarah y, como estoy confinada en casa, he pensado en revivir algunas de mis experiencias de los dos últimos años.
Para situarme, tengo unos cincuenta años, el pelo castaño oscuro hasta los hombros, ojos marrones y una figura esbelta. ¿Mi mejor rasgo? Probablemente mis tetas 36C. Estoy felizmente casada, aunque mi marido ha perdido el interés por el sexo y ya han pasado tres años desde la última vez. Ahora me cuesta creer que hace sólo dos años sólo había estado con cuatro hombres. Dos fueron en mi primera semana en la uni, luego conocí al hombre que se convertiría en mi marido. Por último tuve una aventura hace unos 10 años, que duró 18 meses.
En Nochevieja de 2019 empezó mi nueva vida. Debíamos ir a una fiesta en casa de mis hermanas, pero maridito no se sentía bien. Me instó a ir sola y acepté, ya que mi hermana se habría enfadado si no hubiera aparecido. Había planeado esforzarme un poco y me había comprado un vestidito negro nuevo para la ocasión, con falda por encima de la rodilla, tirantes finos y mucho escote a la vista. Completaban el atuendo unos stilletos negros, con medias y bragas negras, ¡aunque no esperaba que se vieran!
Mi marido me dejó en casa de mis hermanas y reservé un taxi para volver a casa. Fue una fiesta muy animada, con mucha gente, incluido Dave, a quien no conocía. Nos presentó mi hermana y me dijo que vivía muy cerca de mí. Después de charlar un rato, me dijo que no iba a beber porque tenía coche y se ofreció a llevarme a casa al final de la velada. Me gustó bastante desde el primer momento y me vi aceptando su oferta y llamando al taxi para cancelarla. Nos distanciamos, pero no pude apartar los ojos de él y bailamos juntos más tarde. Llegó la medianoche y salimos hacia su coche.
Después de decirme dónde tenía que dejarme, me preguntó si quería pasar por su apartamento de camino para tomar algo. Mi cabeza me decía que no, pero acepté. Tal vez fuera el prossecco que había estado bebiendo o tal vez sólo era mi coño el que hablaba. En fin, paramos en su casa y le dije que no podía tardar mucho porque mi marido se preguntaría dónde estaba. Sólo un rapidito, me dijo, y yo le dije que sí.... Me puso la mano en la rodilla y los dos entendimos perfectamente lo que eso significaba.
Nos besamos en cuanto cerró la puerta y sus manos me acariciaron por todas partes. Me dijo que era preciosa y muy sexy y empezó a acariciarme las tetas. Empecé a tocarle la polla, que ya estaba dura. Me llevó a su dormitorio, a la cama y me subió la falda. Le dije que sí, que sí a sus insinuaciones. Entonces su polla entró en mi acogedor coño y fue mágico, había olvidado lo bueno que podía ser el sexo. Se corrió dentro de mí y me sentí tan bien.
Nos besamos un rato más y luego le dije que tenía que irme a casa y me llevó corriendo.
Entré sigilosamente y, por suerte, mi marido estaba profundamente dormido. Me desnudé en el baño y no pude resistir la tentación de lamerme los dedos después de metérmelos, ¡podía saborear su precioso semen! Me lavé y a la cama.
Cuando me desperté a la mañana siguiente sabía con certeza que quería mucho más sexo, con muchos hombres. Te contaré cómo lo conseguí la próxima vez.